No he tenido que esperar demasiado para sentirme inspirado de nuevo. Me he despertado otra vez temprano. Esta vez ni cagadas acuosas ni madrugadoras pajillas. Me he ido a duchar, he abierto el cajón de los calcetines y calzoncillos y ¡sorpesa! Ni un calcetín del mismo par, ni un calzoncillo de ningún tipo en el dichoso cajón. Esto me pasa a menudo, así que he dudado entre darle la vuelta al calzoncillo con el que había dormido, o ponerme un pantalón de deporte en vez de un calzoncillo. He abierto el cajón de los pantalones de deporte y ¡sorpresa! No había pantalones de deporte. Bueno, sólo quedaba una opción. Estaba decidido. Hoy haría el guarrete con los calzoncillos. Lo de los calcetines tenía una solución menos traumática. Podía elegir entre o bien ponerme calcetines negros agujereados con zapatillas de deporte o bien escoger calcetines blancos de distintos tonos con dibujos diferentes. He ido alternando una solución y otra últimamente y, hoy, me he decidido por unos calcetines blancos diferentes que, con los lavados, se han ido quedando grises y, más o menos, se parecen. Ambos agujereados claro, pero poco.
Uf. Solucionado lo de la ropa interior. Pondré la lavadora antes de salir de casa y así mañana no habrá problemas. Voy a ver qué camiseta me pongo. ¡Sorpresa! No hay camisetas que no estén arrugadas. Buf. Sí que empieza mal el día. ¡Cagoentó! Olisqueo la camiseta que me puse el día anterior y le doy mi beneplácito. Un poco de desodorante hará que pase el olor de la barbacoa de la noche de San Juan, más o menos, desaparcibido. Bueno, ya falta menos, sólo un pantalón. Un pantalón y ya podré ducharme y largarme al trabajo. ¡Sorpresa! No me quedan pantalones cortos de vestir… hace demasiado calor para ponerse pantalones largos y, al trabajo, no puedo ir con pantalones de deporte… ¿no puedo? ¡A tomar por culo! ¡Claro que puedo! Los pantalones de vestir cortos los dejé hechos un boñigo en el suelo debajo de la cama (sí, en aquel sitio donde la escoba no alcanza). Decido que hoy mis compañeros de trabajo me verán “en tenue sport”. Cabizbajo, y pensando que tengo que cambiar muchas cosas de mi vida para que esta situación no se repita tan a menudo, me dirijo a la ducha. Me despeloto ante el espejo, me digo gordo dos o tres veces y me meto en la ducha. Abro el grifo de la ducha y ¡sorpresa! ¡Han cortado el agua! Salgo de la ducha y me vuelvo a mirar al espejo. Me vuelvo a mirar y me sigo viendo gordo, sucio, despeinado. Luego fijo mi mirada en la ropa que me voy a poner sin ducharme. Me miro de nuevo en el espejo del baño y me digo: “Tú no cambies chaval que eres un crack”. Me descojono, me visto y me voy a trabajar. Al día siguiente tendría otra ¡sorpresa! Se me había olvidado poner la lavadora…
Qué alivio que esto sea todo ficción...
ResponderEliminarSiempre hay que congratularse de ver que el proceso de tus calcetines se ha quedado en sólo agujereo, cuando todos pensábamos que con el paso del tiempo llegarían procesos tardíos de desintegración total. Para cuando avances más en tu "relato vital", no dejes de mirar la fotillo que aparece en el enlace de abajo, que casi seguro que la recordarás:
ResponderEliminarwww.juanalconillanes.com\rolcontactus.html
Como dice Helen, querido Juan, es todo ficción. Es decir, que la realidad es que la "desintegración" sí ha llegado a mis calcetines y se extiende cual plaga a otras prendas de mi vestuario. La foto, la conozco, la tengo y me encanta. Por cierto, he hecho un comentario roleado en la página... ya que se podía...
ResponderEliminar¿¡Todo ficción!? sí, sí...
ResponderEliminarJA, JA, JA
Luisete, ¿has visto el anuncio de Trina?
Bueno hermanito, te lo dedico